Entre Death Valley a Yosemite hay una inmensa zona de valles verdes separados por la cordillera que seca el susodicho Death Valley. Tras esta cordillera es donde está el parque de Sequoia y Kings Canyon. Lo descubri gracias a la guía de Lonely Planet, y decidi desviarme al Sur para pillarla entera desde el otro lado.
El parque son como 5 valles grandotes (bastante más que el mismo Yosemite), y la carretera (llena de coches) no es mas que un hilo serpenteante que no se adentra ni a la mitad.
Una de las cosas más chulas que he visto hoy son las Secuoias. Árboles centenarios e inmensos. Alucinantes! La de la foto me la encontré dando un paseo para estirar las piernas. Lo blanco del tronco… es mi kindle. Comparen el tamaño. El tronco tiene de hecho un hueco donde entran 5 personas sin problema. Ese paseo para estirar lo terminé cuando empezé a ver huellas de pezuñas del tamaño de mi palma…
Rompiendo la barrera psicológica de las mil millas en este viaje, me puse rumbo a Yosemite, con grandes esperanzas de lo que pudiere ver. Tantas que llegué dos horas antes del anochecer y me tire a ver el Mariposa forest, un “pinar” precioso. Pero en vez de pinos son, otra vez, sequoias gigantes. A una le han hecho hasta un túnel para pasar (la pobre…) Como ya era el anochecer no habia nadie alrededor, y la calma era absoluta. Un paraiso, y a la vez un poco de desasosiego por los carteles de cuidado osos y cuidado leones montañeses…
Yosemite… al ser tan famoso, está muy masificado, así que las opciones de camping dentro o de hostelito barato cerca eran nulas. Lo que hice fue meterme en un bosque justo antes de la entrada. Allí encontré una explanada y me quedé a dormir. Lo peor de dormir en el coche es… dormir en el coche; pero lo mejor, que madrugas un montón (hora de salida 4:30am, para adelantarme a la marabunta.)