Mi vida en el Max Planck

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-Last week it was announced that The 2013 Prince of Asturias Award for International Cooperation has gone to the Max Planck Society. The Asturias newspaper “El comercio” asked me to tell their readers how is it to make a PhD at the Max Planck. This is what I sent. -

Todavía me quedaban ocho asignaturas de la carrera de Física, cuando en febrero solicité mi beca de doctorado al Max Planck. Mi profesor de Física Estelar II me lo recomendó.Yo acababa de llegar de Oviedo a La Laguna para terminar la carrera con la especialidad de Astrofísica y me pareció una locura. Los pocos compañeros a los que se lo dije me dijeron que me olvidase. Imposible. No me lo podía creer cuando en junio me invitaron a ir a dar una charla al comité de selección para la última fase. Nunca me olvidaré de que al acabar la misma todos los asistentes, investigadores de alto rango, se pusieron a dar golpes en las mesas, como llamando a la puerta. Luego supe que esa es la forma de aplaudir en academia en Alemania. Sólo aceptarían a nueve de los veinte candidatos, de entre los más de 500 que se habían presentado. Todos tenían excepcionales cualidades.

Mis tres últimos exámenes de septiembre los pase con la presión y el orgullo de tener una beca en el Max Planck esperándome. En enero de 2005 me mudé a Alemania para empezar mi doctorado en física solar con el Max Planck y la Universidad de Goettingen. En mi caso era el Instituto Max Planck para el Estudio del Sistema Solar y Mas Allá. Mi contrato era de tres años para estudiar la atmósfera solar, con un director de tesis muy experimentado, instalaciones y recursos punteros, acceso a los mejores telescopios solares del mundo (volviendo a Tenerife), un salario de unos 1000 € netos al mes y un despacho. Además, Goettingen resultó ser una ciudad universitaria con mucho ambiente, y situada en el centro de Europa. No sabía decir ni “hola” en alemán, pero no pude ir con más ganas y menos dudas.

El Max Planck es un centro muy competitivo donde se trabaja duro. Reúnen a los mejores investigadores y les ofrecen buenas condiciones, pero también esperan mucho de ellos. Fueron tres años muy intensos aprendiendo con los mejores profesionales. Mi doctorado obtuvo un “magna cum laude”, pero además publiqué tres artículos en revistas académicas -uno de ellos portada- asistí a cuatro conferencias internacionales presentando pósters o charlas. Pasé en total unos 100 días en el telescopio VTT en Tenerife . Publiqué artículos de divulgación dentro y fuera de España. La NASA publicó mis datos de divulgación un par de veces. En el Max Planck participé en unos catorce cursos y seminarios sobre temas avanzados para que obtuviésemos la mejor visión posible de campos similares al nuestro y de lo que nuestros compañeros hacían. Además, cada uno de nosotros teníamos que presentar su trabajo y se incentivaba el cruce de colaboraciones dentro y fuera del Instituto. Para el eclipse solar de 2006 en Turquía nos organizaron un viaje para verlo y que todo el Instituto aprendiese sobre física solar.

Básicamente mi tesis consistía en ayudar a entender por qué la atmósfera del Sol esta más caliente que su superficie. Parece contradictorio si el calor viene de dentro del Sol. Mi trabajo era usar los mejores instrumentos en los telescopios solares de Canarias para registrar la dinámica de las nubes de plasma de la atmósfera solar. Procesar los datos para extraer la mejor señal e información posible, y luego usar las teorías del momento para ver si podían explicar las observaciones. Un largo proceso que involucraba aprender desde Óptica, para entender el funcionamiento del telescopio, hasta magnetohidrodinámica, para entender las ondas de plasma que veía en los datos.

Más de cuatro años después, mantengo contacto con muchos de mis compañeros de entonces. Están los que siguen trabajando en el Max Planck, los que trabajan para la NASA, los que se han vuelto a su país para trabajar en la universidad en puestos relevantes, los que se han pasado a otros campos de la ciencia, divulgación o temas completamente diferentes.

Mi tiempo en el Max Planck terminó cuando tuve la posibilidad de trabajar con cohetes y satélites de la NASA en Washington DC. Pero por encima del honroso título y el paso a mi siguiente capítulo, me formé como científico y persona. Aprendí sobre la física solar, la ciencia en general y la vida; junto con mis compañeros, con quien muchos de ellos aún mantengo un buen contacto. Cada dos años el Instituto organiza conferencias para reunir a los antiguos doctorandos y mantener un grupo unido.

He tenido el honor de comprobar el alto nivel de prestigio que ostenta esta institución, lo mucho que cuida a sus trabajadores y las relaciones dentro y fuera de sus paredes, durante y después de trabajar con ellos. Es por eso que me enorgullece leer sobre el premio que la Fundación Príncipe de Asturias otorga al Max Planck, más que justificado en el apartado de cooperación.

Mi agradecimiento al Instituto Max Planck, que me dio la oportunidad de recibir una sólida formación. Bien me hubiera gustado haber podido realizar o continuar mi trabajo en España, país donde tenemos grandes talentos pero en el que triste y equivocadamente, a mi juicio, la política de inversión en investigación y ciencia no es una prioridad.

Después de dos años en el laboratorio de cohetes, pasé a la Academia de Ciencias de EEUU para hacer política científica. Actualmente soy Director de Ciencia y Tecnología de una ONG sobre cambio climático. Soy “Joven Líder Mundial” del Foro Económico Mundial y asesoro a varias empresas y ONGs sobre asuntos científicos y tecnológicos.

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